Se trata de una experiencia íntima, de una elevada condición espiritual, que tiene como centro a Cristo que se va desplazando de manera majestuosa y humilde, poderosa y tierna, contundente y suave al mismo tiempo, a lo largo de la misa.

La Eucaristía es la celebración más importante dentro de la liturgia cristiana. Significa para nosotros los católicos, el acontecimiento de mayor trascendencia en nuestras vidas. Se trata de un contacto muy cercano con Cristo, con su palabra, con su cuerpo y con su sangre.

Paradójicamente constituye una prerrogativa de todos y un encuentro privilegiado de cada día. Quizá por eso, por estar ahí, siempre a la mano, algunos cristianos no se sienten especialmente favorecidos, no se han percatado de que por ello todos podemos ser personas importantes, de que Dios no es un honor escurridizo y exclusivo de un grupo minoritario, porque él está siempre allí, esperando por cualquiera de nosotros.

La Eucaristía no es solamente nuestra ocasión para dar gracias a Dios por todo lo que nos concede, sino la oportunidad de recibir sus reiteradas y poderosas gracias, o dones o regalos espirituales, que nos fortalecen, que nos alivianan de culpas, de resentimientos y remordimientos; que nos dan protección en el acontecer de cada día, que nos ilumina y nos anima en las encrucijadas de nuestras existencias, cuando tenemos que tomar decisiones, saltar escollos, generar ideas y actuar en consecuencia.

Muchos cristianos lo han entendido de esa manera y saltan de la cama todas las mañanas, para ir a la iglesia y comenzar la jornada en compañía de Dios y de la Virgen; de sus ángeles y santos, de modo que asumen las labores cotidianas y los acontecimientos imprevistos, con la confianza de que, alimentados de Dios, recibirán asistencia eficaz en los retos grandes y pequeños que se nos plantean desde que abrimos los ojos hasta que volvemos a nuestras camas a reponer las fuerzas físicas.

Con esta convicción, y en la tónica de allanar el camino de nuestros hermanos encuentristas hacia la santidad familiar, surge del Espíritu Santo por la vía de nuestro fundador el padre Gabriel Calvo El Encuentro Eucarístico, iniciado en Venezuela en Valencia, los días 05, 06 y 07 de Junio 2009

Se trata de una experiencia íntima, de una elevada condición espiritual, que tiene como centro a Cristo que se va desplazando de manera majestuosa y humilde, poderosa y tierna, contundente y suave al mismo tiempo, a lo largo de una misa sin paredes, ni altares físicos, que es la misa en el alma; la que nos va llenando de gozo incomparable, la que nos va limpiando, purificando y recubriendo de insospechadas energías, la que nos va mostrando una visión exuberante de la vida, la misa que nos devuelve al mundo, como nuevos, después de un fin de semana, muy cerca de Dios, con las ganas inmensas de propagar la buena nueva por todas partes y durante el tiempo que dure nuestras vidas.